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| El Orbe de la Corteza |
A veces, la belleza más grande se esconde en los detalles más pequeños de la vida silvestre.
En medio de una tarde tranquila, una pausa para observar la corteza de un árbol me reveló un mundo vibrante y un habitante fascinante. Brillando bajo el sol, descubrí un pequeño insecto redondo, de un tono miel perfecto, que parecía una gema viviente.
Este pequeño tesoro no es otro que una mariquita sin manchas (Cycloneda sanguinea), una especie de mariquita que es completamente nativa de nuestra región. A diferencia de sus parientes rojas y pintadas, este ejemplar luce un color uniforme y liso que le confiere un encanto único. Su presencia aquí no es casualidad, sino un signo de un ecosistema saludable.
Las mariquitas, como esta, son un regalo de la naturaleza. Son depredadoras incansables de plagas comunes como los pulgones, protegiendo las plantas de forma natural y sin necesidad de intervención humana. Verla en su hábitat me recordó que incluso las criaturas más diminutas tienen un rol crucial en el equilibrio de nuestro entorno. Son totalmente inofensivas para las personas y los animales, simplemente un recordatorio de que cada rincón de nuestro planeta, como el tronco de un viejo árbol, está lleno de vida que merece nuestra admiración y respeto.
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